Después de un pésimo 2014 Malaysia Airlines está en quiebra
Malaysia Airlines está “técnicamente en quiebra”, aseguró este lunes su nuevo presidente alemán, y anunció la supresión de 6,000 empleos en la compañía lastrada por dos trágicos accidentes el año pasado.
“Técnicamente, estamos en quiebra y el deterioro de los resultados empezó mucho antes de los trágicos sucesos del 2014”, dijo Christoph Mueller a la prensa.
Malaysia Airlines envió este lunes una carta de despido a sus cerca de 20,000 empleados y a 14,000 les ofreció un nuevo contrato, con lo que suprimirá 6,000.
Mueller ya había utilizado este método expeditivo en la irlandesa Aer Lingus y la belga Sabena, lo que le valieron el apodo de “The Terminator” por sus recortes de empleo.
La compañía malasia espera que Mueller, de 52 años, la “reinvente” a partir del 1 de septiembre con una nueva imagen de marca que le permita dejar atrás el estigma del desastre que vivió en el 2014.
En marzo del año pasado, el vuelo MH370 desapareció con 239 personas a bordo y nunca se encontró rastro de su paradero. Cuatro meses más tarde, el vuelo MH17 explotó en pleno vuelo alcanzado supuestamente por un misil cuando sobrevolaba Ucrania. Las 298 personas que viajaban a bordo murieron.
Estas dos tragedias fueron la puntilla para esta compañía que, según los analistas, estaba lastrada por la mala gestión que tuvo durante años, cayendo en números rojos.
Un fondo de inversión público la rescató el pasado año, imponiendo un golpe de timón en la gestión.
Mueller aseguró que espera parar “la sangría” en el 2015 y estabilizarla el próximo, antes de empezar a crecer de nuevo en el 2017.
Mueller anunció en un correo electrónico enviado al personal este lunes que es necesario un gran cambio de rumbo porque la compañía no puede permitirse tener unos costes del 20% superiores a los de sus rivales.
Además del recorte de personal, se espera que suprima rutas de larga distancia poco rentables pero Mueller aseguró que estos planes todavía no serán divulgados para no dar pistas a la competencia.
Fuente El economista