Historia de un atraco: corrupción en un verificentro
Esta historia ocurrió en un centro de verificación vehicular en Álvaro Obregón, donde un presunto trabajador del lugar, con uniforme y gafete, cobra antes de que inicien las operaciones y de pronto desaparece.
Sábado por la mañana. Montado en mi automóvil, el asistente que me apoya en diversas labores –yo tuve un viaje de trabajo- acude al verificentro ubicado en Vasco de Quiroga 1845, delegación Álvaro Obregón.
Formado desde las 7:00 horas sin cita y con todos los papeles en regla –multa incluida por retraso en la verificación- el centro de verificación vehicular permanece aún cerrado.
Delante de mi auto con mi asistente al volante están otros 5 vehículos. Desde ahí observa que un presunto funcionario del verificentro se acerca a cada automóvil –uno por uno-, sostiene una conversación con el conductor y revisa documentos.
Cuando nos llega el turno, le dice a mi asistente que debe pagar ahí mismo la verificación, 497 pesos, y que además, encuentra que la tarjeta de circulación está vencida. Pide, para expedir la actualización, otros 800 pesos.
Mi asistente me llama por teléfono. Me informa de la tarjeta –que yo ignoraba- y me pregunta si los paga. Extrañado, respondo que ese trámite no se realiza ahí, que una tarjeta de circulación seguramente se tramita en la delegación o algún otro punto. El empleado dice que ahí mismo lo hacen. Confiado e ingenuo, autorizo el pago.
Pasan 20 minutos y me vuelve a llamar mi asistente, cuando me encuentro a punto de subir a un avión.
Me informa que fue ¡asaltado! , “a todos –me dice- los que estamos aquí formados, nos bajó la lana, se subió a un coche y se fue”.
Monto en cólera y le digo que cómo es posible que le diera un dinero al primero que pasaba. “No, señor, estaba identificado con ropa –chaleco con logotipo- y gafete del verificentro, lo vimos salir de ahí por la puerta que todavía está cerrada”.
Me informa que todos en la fila están molestos, se bajaron de sus autos y han llamado a una patrulla que al llegar dice que no puede hacer nada. Abren el centro y los empleados, vestidos igual, dicen que no conocen al sujeto que recibió dinero de los automovilistas y que todo inicia desde cero.
Le digo que se vaya de ahí y lo hacemos cuando yo regrese.
La mañana del pasado miércoles 26 de abril, regresa al mismo centro, con mi mismo auto y con la instrucción de estar muy atento.
¡Sorpresa! ¿Quién cree usted que aparece? El mismo sujeto que los había engañado el sábado anterior. Al reconocer mi auto y al conductor –el mismo asistente-, el personaje se esfuma.
Al pasar el trámite, mi asistente le comenta a un taxista, quien espera el mismo procedimiento de verificación; al escuchar la historia del sábado anterior, le dice: “Nooo, mi cuate, aquí todos están amarrados, la transa la hace uno u otro, hasta la patrulla está metida… Va a una bolsa que comparten y de ahí comen todos. Yo lo he visto, pero no puedes decir nada, porque tu coche no pasa”.
Mi asistente, previsor, se tomó la libertad de fotografiar al malhechor y constatar que en efecto, trabaja en el centro verificador arriba señalado.
Todo un atraco, montado con precisión muy temprano por la mañana, de cada sábado por lo menos. Hampones cobijados por la autoridad.