El dilema de las automotrices en el marco de la conducción autónoma
En un mundo sin conductores, los fabricantes de automóviles aún quieren sujetar el volante.
La llegada de los vehículos autónomos obligará a los fabricantes a elegir: ¿quieren retener el control de sus vehículos conforme se convierten en proveedores de servicios para los consumidores o desean convertirse en proveedores para los operadores de los ‘robotaxis’ del futuro?
Al forjar alianzas con compañías de transporte privado mientras que desarrollan nuevas tecnologías en sus empresas, muchos fabricantes de automóviles hasta ahora han evitado tomar una decisión.
Dos accidentes fatales recientes que involucraron vehículos autónomos -uno de Tesla usando su piloto automático semiautónomo y otro de Uber que atropelló y mató a un peatón- muestran los límites de la tecnología actual. Sirven de recordatorio -como muchos en la industria predicen- de que la autonomía total está a décadas de distancia.
Para los fabricantes de automóviles que todavía no se han decidido sobre sus modelos comerciales, esto les da más tiempo.
Pero no pueden esperar para siempre; las primeras compañías están tomando la iniciativa, firmando tratos lucrativos a largo plazo para proporcionar hardware a la industria de taxis autónomos.
El acuerdo de Waymo de la semana pasada para comprar 20 mil vehículos eléctricos de Jaguar Land Rover (JLR) fue el segundo acuerdo importante en el sector después de la venta de Volvo de hasta 24 mil vehículos utilitarios deportivos XC90 a Uber el año pasado.
Si bien el servicio de reserva de transporte privado sigue siendo incipiente, y la gran mayoría de los consumidores aún poseen automóviles, se espera que se expanda rápidamente a medida que los servicios se vuelven más comunes en ciudades, ayudado por la tecnología de conducción autónoma que eliminará el costo de emplear conductores.
En general, el potencial para las empresas de transporte privado y conducción autónoma es enorme, pudiendo generar hasta 3 billones de dólares en ingresos para 2050, según un estudio de Intel y del grupo de investigación Strategy Analytics.
Credit Suisse también estima que el mercado global de vehículos compartidos y transporte compartido se expandirá de 17 mil millones de dólaresd en 2015 a 81 mil millones de dólares en 2030.
Sin embargo, competir en este mercado -algo que las compañías como Nissan-Renault-Mitsubishi Alliance y General Motors pretenden hacer- saca a los fabricantes de vehículos completamente fuera de su zona de confort.
Es interesante que compañías consideradas como tecnológicamente retrasadas, como JLR o Fiat Chrysler, hayan buscado acuerdos con compañías de tecnología.
Por el contrario, los grupos que desean defender su propia tecnología, como Daimler de Alemania o GM de EU, han evitado entregar sus vehículos a otras empresas para obtener tecnología adicional.
Aunque GM invirtió 500 millones de dólares en el grupo de transporte privado Lyft en 2016, el fabricante de automóviles estadounidense ha seguido su propia estrategia para desarrollar una flota de robots, adquiriendo el grupo tecnológico Cruise y ha anunciado que lanzará un servicio de reserva de transporte privado el próximo año.
Mientras tanto, Ford, que algunos analistas dicen que se ha quedado por detrás de su archirrival GM con respecto a la tecnología, recientemente firmó su propio acuerdo con Lyft.
En un intento por transformar su negocio, el fabricante de autos más grande de Japón, Toyota, dijo que formaría una nueva alianza de movilidad con rivales de tecnología como Amazon, Uber y Didi.
Como Akio Toyoda, el director ejecutivo de Toyota, dijo sin rodeos el año pasado, la batalla para obtener el liderazgo en los mercados automotrices autónomos, conectados, eléctricos y compartidos “no se trata de ganar o perder, sino de sobrevivir o morir”.
De hecho, después de los dos accidentes fatales que involucraron automóviles sin conductor, la necesidad de cooperación se ha vuelto aún más importante según algunos directores ejecutivos, que piensan que es la mejor manera de abordar los problemas de seguridad.
Fuente El Financiero