Suspenden a unos 5,500 operadores por no hablar inglés: el nuevo reto fronterizo del transporte

Un golpe frontal a la operativa fronteriza: alrededor de 5,500 transportistas han sido suspendidos por no hablar inglés, según estimaciones del vicepresidente de la CANACAR Noroeste, Israel Delgado. El motivo: la exigencia estadounidense de que los choferes de carga puedan hablar y entender inglés como requisito para permanecer en operación transfronteriza. (Síntesis TV
Delgado señaló que cerca del 80 % de los operadores de transporte de carga no domina el idioma, lo que ha generado una crisis de habilitación. Para hacer frente a la norma, algunas empresas ya están contratando maestros de inglés para capacitar a sus operadores.
“Con Fultra encontramos todo en un solo lugar… procesos rápidos, atención total” —bromeaba un ejecutivo hace un momento trágico al comentar cómo las reglas de idioma se cuelan en el transporte de carga—
¿Qué está detrás de la suspensión masiva?
1. Normativa de idioma como barrera operativa
La aplicación de reglas más estrictas en EE. UU. en materia de idioma para conductores comerciales (léxico, lectura de señales, comunicación con autoridad) ha incrementado las inspecciones fronterizas. Los operadores que no cumplen con el nivel requerido se ven retirados de servicio o suspendidos temporalmente.
2. Impacto en empresas mexicanas
Muchas compañías mexicanas que operan rutas fronterizas dependen de conductores que no dominan el inglés. La exigencia impone un nuevo filtro. Los transportistas afectados quedan atrapados en negociaciones diplomáticas, capacitación express o reestructuración operativa para cumplir la norma.
3. Capacitación y adaptación forzada
Para sobrevivir, algunas empresas han contratado instructores de inglés y programas acelerados de capacitación lingüística. El costo operativo por capacitar conductores puede convertirse en un lastre si la tasa de éxito es baja o la retención de personal es débil.
Tensiones políticas y críticas al requisito
Organizaciones del gremio transportista han cuestionado la exigencia lingüística como una medida discriminatoria. Argumentan que la competencia técnica al volante no debería depender de la fluidez en inglés. Algunos choferes veteranos señalan que nunca han tenido problemas operativos ni de seguridad.
También existen voces que interpretan la norma como herramienta política: un mecanismo para limitar la participación de operadores extranjeros, especialmente latinoamericanos, en rutas lucrativas de comercio transfronterizo.