
En el contexto de su informe de gobierno frente al Zócalo, la presidenta Claudia Sheinbaum propuso que la ruta ferroviaria México-Nuevo Laredo sea conocida como “Tren del Golfo de México”. En ese gesto simbólico, envía un mensaje político, discursivo y de identidad nacional en plena disputa geográfica con Estados Unidos sobre el nombre del Golfo.
Durante su mensaje ante miles de simpatizantes, Sheinbaum interrumpió su discurso y preguntó al público: “¿Qué les parece si a ese tren le ponemos ‘Tren del Golfo de México’?”, tras lo cual pidió levantar la mano para consulta simbólica. La mayoría respondió afirmativamente. (El Financiero)
Esta propuesta se inscribe en una controversia más amplia: Donald Trump, en una orden ejecutiva, pretendió que en territorio estadounidense se refiera al “Golfo de América” en lugar del “Golfo de México”. En respuesta, la mandataria mexicana ha defendido públicamente que el nombre histórico debe prevalecer más allá de las fronteras.
Lo que implica bautizar el tren como “Tren del Golfo de México”
Más allá del acto retórico, el nombre configura una narrativa de soberanía territorial y resistencia simbólica. Asociar la ruta México-Nuevo Laredo con el Golfo implica que ese trayecto —que recorre estados del interior— lleve implícita una proyección marítima y política. Es una forma de entrelazar la infraestructura ferroviaria con la identidad geográfica nacional.
Sheinbaum también vinculó esta propuesta con el impulso de los trenes estratégicos de su gobierno: mencionó obras para el Tren México-Pachuca, Ciudad de México-Querétaro, Saltillo-Querétaro, y posteriormente el corredor hasta Nuevo Laredo. Propuso que este esquema sea parte del ambicioso trazado ferroviario que empuje la conectividad nacional hacia rutas que conectan al norte con el Golfo.
La ruta México-Nuevo Laredo es parte del plan ferroviario nacional presentado por su administración. Se espera que en el mediano plazo tenga más de mil kilómetros y que la construcción comience por el tramo Saltillo-Nuevo Laredo, con asignación presupuestal cercana a 14,386 millones de pesos para ese tramo inicial. (El Financiero)
Interpretaciones y críticas
El bautizo ha generado reacciones mixtas. Para simpatizantes, refuerza un discurso nacionalista frente a intentos de reinterpretar geografía mexicana en plataformas externas. Para críticos, la propuesta es más simbólica que funcional, pues el nombre no cambia plazos, financiamiento ni avances reales en construcción.
Algunos analistas advierten que este tipo de gestos pueden distraer de los retos estructurales del proyecto ferroviario: ríos de recursos, derecho de vía, transparencia en licitaciones, coordinación intergubernamental y viabilidad técnica.
También podría generar debates regionales: estados que no tienen costa en el Golfo podrían cuestionar la nomenclatura si sienten que sus intereses o identidad son desplazados en favor de un discurso dominado por regiones costeras.