
La logística de última milla se ha convertido en el verdadero campo de batalla del comercio electrónico. La velocidad, el costo por paquete y la sostenibilidad son hoy factores decisivos para que un retailer o un operador logístico pueda competir. Pero no todas las ciudades están igual de preparadas. Tres factores marcan la diferencia: infraestructura logística urbana, regulación clara con uso de datos, y movilidad suficiente para evitar que la congestión devore el margen de las empresas.
Eficiencia logistica por continente
En Europa, ciudades como Ámsterdam y Róterdam destacan por un modelo híbrido que combina microcentros de consolidación, uso intensivo de barcazas y bicicletas de carga, zonas de bajas emisiones y una densa red de lockers. Su infraestructura portuaria y ferroviaria integrada permite que la mercancía llegue al corazón urbano con menores costos y menos emisiones. Copenhague ha ido más allá en regulación: ventanas de reparto en zonas históricas y carriles preferentes para vehículos ligeros. París, por su parte, ha reconvertido antiguos muelles del Sena en hubs logísticos y fomenta flotas eléctricas y de carga ligera para abastecer a comercios y hogares del centro.
En Asia, Singapur es prácticamente un laboratorio de última milla. El gobierno ha desarrollado una planeación urbana prologística, con lockers ubicuos, pilotos de robots autónomos y reglas estrictas de carga y descarga. Tokio y Seúl, dos megaciudades de altísima densidad, combinan una red gigantesca de lockers con un courier hipercompetitivo y acuerdos con autoridades locales para abastecer de madrugada. En China, Shenzhen y Shanghái han llevado el concepto al extremo: envíos en el mismo día a gran escala gracias a la electrificación agresiva de camionetas y motocicletas y a una red de “apps” que permiten envíos ultrarrápidos de alimentos y consumo masivo.
En Norteamérica, Nueva York, Toronto y Vancouver se han vuelto referentes por programas de “off-hour deliveries”, microhubs cercanos a zonas de alta demanda, lockers en vivienda multifamiliar e incentivos a flotas eléctricas. Sin embargo, la congestión sigue siendo un problema: sin políticas de bahías y horarios diferenciados, los costos de última milla se disparan. En Sudamérica, Santiago de Chile ya cuenta con una red de bodegas urbanas y pilotos de electromovilidad. Bogotá ha apostado por la bicilogística y programas de microconsolidación, y Buenos Aires implementa corredores logísticos con ventanas horarias en su microcentro.
África empieza a dar saltos con Kigali, Nairobi y Ciudad del Cabo, donde se despliegan hubs urbanos y se adoptan motocicletas eléctricas para paquetería. En Oceanía, Sídney, Melbourne y Auckland integran lockers a estaciones de transporte público, comparten datos con operadores y despliegan flotas eléctricas de alto kilometraje anual, aunque la congestión sigue siendo un reto.
Y cómo es en México?
Más allá de las diferencias regionales, hay indicadores universales: la velocidad promedio de reparto urbano, la disponibilidad de inmuebles “infill” para cross-dock y microconsolidación, y las reglas claras de acceso y horarios. México ocupa el lugar 66 global en desempeño logístico nacional y tiene todavía grandes oportunidades para mejorar la última milla.
Aun así, dentro del país ya despuntan ciudades con ecosistemas más maduros. Monterrey lidera gracias a su densidad de parques industriales y clusters logísticos cercanos a los cruces fronterizos, que facilitan entregas same-day y operaciones B2B. Guadalajara se ha convertido en un polo de innovación con centros de microconsolidación en zonas céntricas y un ecosistema tecnológico que soporta el crecimiento del e-commerce que aceptan pagos con bitcóin precio. La Ciudad de México, a pesar de su congestión crónica, concentra la mayor red de lockers y demanda de última milla del país; su reto es ampliar bahías y regular horarios para mantener niveles de servicio.
Querétaro se consolida como plataforma logística nacional con naves de distribución junto a anillos viales y tiempos competitivos hacia el Bajío y el Valle de México. León crece como mercado regional de paquetería con buena conectividad carretera para recorridos urbanos tipo “milk-run”. Puebla y Tlaxcala aprovechan corredores hacia la capital y anillos periféricos, aunque necesitan reforzar bahías de carga. Toluca se posiciona como respaldo natural del Valle de México con parques de distribución y acceso a autopistas. Tijuana destaca por su flujo transfronterizo y hubs urbanos de alta rotación, mientras que San Luis Potosí se convierte en nodo del centro-norte con costos todavía razonables para microhubs. Mérida, por último, ve crecer la última milla por su boom poblacional y retail, con distancias intraurbanas manejables y malla vial relativamente fluida.
Estos diez centros urbanos representan lo mejor que hoy tiene México en materia de reparto a hogares y oficinas. La eficiencia no se debe sólo a la congestión o la infraestructura, sino a la combinación de demanda, regulación y disponibilidad de espacios urbanos para logística. Si se aceleran inversiones en electrificación, microhubs y bahías de carga, el país podría cerrar en pocos años la brecha que hoy lo separa de los líderes globales de última milla.